"Con esta mujer, podría estrellarme y arder".

Ella se volvió y lo miró con desconfianza, pero esperó a que se acercara. Tommy dejó de correr. Mientras se acercaba a ella, le sorprendió lo guapa que era. Se parecía un poco a Maureen O'Hara en una de esas películas viejas de piratas. su mente de escritor entró en acción y pensó: Esta mujer podría partirme el corazón. Con esta mujer, podría estrellarme y arder. Podría perder a esta mujer, beber como un cosaco, escribir poemas profundos y morir tuberculoso en una cuneta por culpa suya. 
Aquella no era una sensación extraña en Tommy. La tenía a menudo, principalmente con las chicas que trabajaban en las ventanillas de los restaurantes de comida rápida. Se alejaba en coche con el olor a patatas fritas y el regusto amargo del desamor en la boca. Normalmente le daba para un cuento.
Estaba un poco jadeante cuando llegó junto a ella.
    -Solo quería disculparme por Simon. Es... Es...
    -¿Un imbécil? -dijo ella.
    -Bueno, sí. Pero...
    -No pasa nada -dijo ella-. Gracias por venir al rescate. - Se volvió para seguir su camino.
Tommy tragó saliva con esfuerzo. Para aquello había ido a la ciudad, ¿no? ¿Para arriesgarse? Para vivir al límite. Sí.
    -Perdona -dijo. Ella se volvió otra vez-. Eres realmente preciosa. Sé que parece una frase hecha. Es una frase hecha. Pero..., pero en tu caso es cierto. Gracias. Adiós.
Ella le sonreía.

"La sanguijuela de mi niña" de Christopher Moore.

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