Me arañas cada vez que no me miras.

No entiendo tus gestos. No comprendo porqué un día me iluminas con esa sonrisa y otros días me enfadas con tu ignorancia. Me persigues y después me gritas silenciosamente que vaya yo a por ti. Me equivocas, me provocas imaginar situaciones a tu lado que quién sabe si sucederán. Me arañas cada vez que no me miras, que no me dedicas ni un instante, y me devuelves la vida cuando veo de reojo cómo suspiras si me doy la vuelta. Sólo te doy la espalda para notar tus ojos clavados en mi. Me contoneo para que sonrías pensando "qué tonta". Cómo me gustaría que gritaras lo que que piensas. Que me dijeras qué narices ocurre en esa mente cuando me imaginas. Veo en tus ojos lo que quieres y me doy cuenta de que tus músculos no responden. Te acercas, me observas, me sonríes y me inquietas. Y al día siguiente yo te imito, para que notes qué siento. Me muestras tus hoyuelos, me sujetas con esas manos, delicadamente, y me suplicas en silencio que te muerda. Que desgarre esa coraza que nos separa. Que la destruya. Que la haga añicos. Y que al final nos fusionemos. Que pueda leer tu mente, que tú puedas leer la mía. Que conozca cada parte de tu ser, que tú conozcas el mio. Pero siempre huyes. Tienes miedo. ¿De qué? ¿De mi? No te pienso hacer daño. Sólo deseo que me dejes terminar de conocerte, que me dejes ayudarte a creer en los demás. Que dejes de alejarte del mundo que te rodea. De mi. No me apartes más y ansíame, como a ninguna.
Fotografía de Cora Álvarez. Click en la imagen para ir a su flickr.

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